CUANDO LOS ASTROS SE ALINEAN

 



Éramos como dos mundos paralelos que, por algún capricho del destino, se cruzaron. Proveníamos de realidades opuestas: él, con un nivel adquisitivo alto y una vida en una zona privilegiada; yo, en contraste, formaba parte de un barrio obrero. Podría parecer el inicio de algo especial, pero para mí no es tan sencillo; mis valores y mi manera de ver la vida no encajaban con este tipo de situaciones.

Recuerdo la vez cuando me envió una foto de un paisaje de un campo y comentó: "por aquí vive cerca Carvajal y el hombre de los muñecos de la tele". En respuesta, le mandé una imagen de mi parque favorito, agregando:"por aquí vive Mari Carmen, la de los perros, y Manolo, el hijo del panadero". Éramos tan diferentes incluso en las cosas más simples. A veces me daba la impresión de que quería impresionarme, otras simplemente nos reíamos sin parar. Creo que lo que realmente lo atraía hacia mí era mi manera espontánea natural de hablar, tan distinta a la dinámica de su entorno. 

Desde el principio fui consciente de que algo más entre nosotros era prácticamente imposible. Eso me permitía ser totalmente transparente y sincera cuando hablábamos. No pensaba en él ni siquiera como un amigo cercano o tal vez sí..... Quizás podía ser una amistad escondida detrás de mensajes y llamadas clandestinas. Pero intuía que esa idea tampoco encajaba para él; había algo en nuestras interacciones que siempre parecía estar lleno de señales confusas. 

Un día, bromeando, me dijo: "Cuando quieras me invitas a comer". Mi respuesta fue rápida:"Claro, pero elijo yo el restaurante no vaya a ser que tú escojas uno que no pueda pagar y acabe fregando platos.". A eso siguieron sus comentarios ingeniosos sobre esperar a que los astros se alinearan para hacer realidad esa invitación. Siempre hablaba con frases estratégicamente bien pensadas, aunque para mí lo importante era conocer a la persona tras todas esas palabras. 

Y entonces, un día los astros finalmente se alinearon. Lo que ambos pensábamos improbable terminó sucediendo. El plan era sencillo: yo lo recogería, pero cambiaríamos de coche viajaríamos en el suyo. Por supuesto, pensé:"¿Cómo va su majestad ir en un coche como el mío y conducido por mí?". Decidimos no encontrarnos en la puerta de su casa, proponiendo en cambio el centro comercial cercano, donde haríamos el cambio de vehículo. Sorprendentemente noté que él incluso parecía aliviado ante esa situación. 

El momento más significativo fue cuando nos vimos cara a cara por primera vez. Nos quedamos quietos unos segundos, mirándonos con curiosidad, escaneándonos, sonriéndonos, pensando en qué al final estábamos cara a cara. Fueron unos segundos incómodos que había que romper cuanto antes porque los nervios comenzaban a hacerse evidentes; sentía como mi cuerpo temblaba. Opté por decir ¡hola! Y nos dimos dos besos, aunque había pensado inicialmente en ofrecerle un apretón de manos. Sin embargo, en mi interior deseaba abrazarlo. 

El viaje hacia aquel pequeño pueblo en la zona oeste Madrid fue inolvidable. La conversación fluía fácilmente entre bromas y momentos graciosos. No podía evitar mirar sus gestos mientras conducía y reírme de los pequeños piques que surgían entre nosotros y de verle reír con tantas ganas.

Llegamos a aquel pequeño pueblo. Todavía evoco el momento en que detuvo el motor del coche. Nuestras miradas se cruzaron, esas expresiones cargadas de deseo que jamás olvidaré. Me consumía el anhelo de besarle, de tenerlo cerca, de sentirlo plenamente. 

Al bajar del coche antes de entrar al restaurante nos dimos un abrazo profundo, esos que parecen querer retener la vida entera con un solo gesto. Recuerdo el sonido del latido de mi corazón, y hasta el suyo como latía. Y sin pensarlo, nos besamos. No importó quiénes éramos, de dónde veníamos o que alma había enfrente. Solo contaba ese momento suspendido en el tiempo. Solos él y yo.

Pasamos aquel día entre risas  había mucha complicidad en nuestras miradas, que decían más que cualquier palabra. 

Esa comida fue apenas una excusa para seguir hablando, para saborear la ligereza de estar juntos sin pensar en lo que vendría el resto de días. Éramos dos personas que se habían encontrado contra todo pronóstico, disfrutando de una tregua en medio de nuestras diferentes vidas.

El tiempo sin embargo, es implacable. Nos fuimos queriendo como si fuéramos uno solo, aunque en el fondo sabíamos que esa unión tenía fronteras invisibles. Yo me encontraba atrapada entre la intensidad de lo desconocido y la seguridad de lo que ya tenía. Y al final elegí por quedarme con mi marido.

Él partió lejos, con su niña, el único centro de su vida, a un país extranjero que con el tiempo lo convirtieron juntos en su nuevo hogar. 

Sé que ambos hacíamos por no mirar hacía atrás, por quedarnos con lo bonito que vivimos estando juntos. No sé si a él le pasó lo mismo, pero en mi corazón esa chispa nunca se apagó.

Los años pasaron silenciosos aunque esos recuerdos siempre regresaban una y otra vez a mi cabeza. Un día, mientras me encontraba en el Muelle de San Juan, me senté frente al mar aun recuerdo  la brisa acariciar mi piel. Nunca hubiera podido imaginar lo que el destino me tenía preparado...Allí estaba él, frente a mí, regresaba como un reencuentro prometido, ese hombre que fue mío sin llegar a serlo.

Los astros una vez más volvían alinearse.

Olivia💙


Entradas populares

LA NOTARIA